“Al alba y con tiempo duro de levante…. con fuerte levante, 35 nudos de viento, salieron cinco helicópteros, tres helicópteros Coughar que transportaban dos equipos de operaciones especiales, con un total de 28 soldados que llegaron a la isla Perejil, y otros dos helicópteros Bolkov que se quedaron sobrevolando la zona en misiones de apoyo…”.
Estas palabras del ex ministro Federico Trillo, fue lo primero que me vino a la mente al ver como la armada española, al servicio de una multinacional privada, pasaba por encima de las lanchas de los activistas de Greenpeace como si de piratas somalíes se tratara y que estuvo a punto de llevarse la vida de la joven italiana de 23 años Matilda Brunetti.
El ataque de la armada no supuso un ataque a Greenpeace, supuso un ataque a la poca dignidad que le queda a un gobierno herido de muerte que se niega a morir. Fue un ataque a la ya denostada imagen de un ejército que se hunde en su propia ciénaga de oscurantismo, marcialidad y testosterona impropia de los tiempos que vivimos. Atacar como se atacó a Greenpeace es atacar y humillar a un pueblo que siente rabia e impotencia porque se le niega la palabra de manera sistemática y son tratados como vasallos en la corte que tienen que bailar siempre al son que dicta el emperador.
Y sobre todo ha sido un ataque de prepotencia, soberbia y arrogancia de un gobierno cuya enajenación escapa a toda lógica y en su huida hacia no se sabe dónde, es capaz de poner todos los recursos y la maquinaria del Estado en manos de una empresa privada a quien ha confiado su salvación electoral si se encuentra el preciado tesoro.
El gobierno ha perdido el norte y la sinrazón de sus acciones lo convierten en un Gobierno peligroso para el pueblo. Peligroso porque no escucha, no ve y no quiere hablar con sus ciudadanos. Un Gobierno que vive episodios de esquizofrenia política y que, mientras intenta convencer de que no hay riesgos medioambientales, que todo está bajo control y que se trata de un interés estratégico, no se da cuenta que el resto de la población solo está pensando en el Prestige, el derrame de Tarragona o la catástrofe medioambiental del Golfo de México.
Eso sí, mientras a Comisión Europea admite tres denuncias contra las prospecciones de Repsol por vulnerar la normativa europea y existir graves lagunas en las exigencias planteadas, y cientos de asociaciones ecologistas, sociales y políticas piden la paralización de las prospecciones, en algún despacho en Madrid se redacta una nota de presa que empieza “Al alba y con tiempo duro de levante….”.
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