La retirada de dicha propuesta por parte del Alcalde, Juan José Gil, ante la negativa de la oposición y de parte de sus concejales de gobierno, minutos antes de la votación, demuestra lo que tantas veces durante los últimos meses se ha venido denunciando en los medios de comunicación. El Gobierno Municipal está roto y la legislatura está amortizada. Lo peor ha sido que los vecinos han tenido que ser testigos, en redes sociales y medios de comunicación, de un bochornoso espectáculo más entre concejales del Grupo de Gobierno. Acusaciones de traición, deserción y demás calificativos impropios de un lenguaje democrático, han sido la gota que ha cansado a la ciudadanía de Ingenio, poco dada a montar escenas como las que nos ofrece el Alcalde, su partido y sus socios de Agrupa Sureste.
¡Ya está bien! o ¡Esto es una vergüenza!, son las frase más repetidas en los últimos días entre una ciudadanía que exige que se empiece a dar respuesta a los verdaderos problemas del municipio. Una elevada tasa de paro, una nula inversión pública por las peleas del Alcalde con los responsables del Cabildo Insular de Gran Canaria, unas Zonas Comerciales bloqueadas por falta de capacidad de diálogo, el aumento de la deuda municipal un 15% solo en 2012 según el Fondo Canario de Financiación Local y el exilio constante de jóvenes, que ha provocado una caída de la población después de más de veinte años de crecimiento según los datos del Instituto Nacional de Estadística, son los verdaderos problemas que hay que atajar y que no pueden esperar a que dos, tres o cuatro concejales se quieran reconciliar o no.
Se había alertado en varias ocasiones de que quedan quince meses para la cita electoral y que el riesgo de parálisis del municipio es alto. Pues bien, esa parálisis se ha producido. La ruptura total en el seno del gobierno va a impedir, con total seguridad, que cualquier tema de profundo calado, y que se lleve a pleno por iniciativa del Gobierno, salga adelante precisamente, por las peleas de los concejales del propio Grupo de Gobierno.
Estamos ante una situación tan alarmante que, desde mi modesto punto de vista, tiene dos claros responsables que deben ser juzgados por las urnas y por la historia. De un lado, el Alcalde de la Villa de Ingenio, Juan José Gil, quien no ha sabido gestionar, desde el inicio de la legislatura, un Grupo de Gobierno en pacto. Aún resuenan los suspiros de la militancia del PP en su toma de posesión porque no sabían qué iban a votar determinados concejales de su mismo grupo. Ha demostrado que no está capacitado para liderar un municipio que tienen ante sí grandes retos que desarrollar para encarar el futuro con total garantía. Es un Alcalde superado por las circunstancias y así se lo han hecho saber hasta sus propios concejales del PP, que le pidieron la dimisión en los medios de comunicación.
En esta ecuación de responsabilidades políticas no se puede dejar de lado a Domingo González, líder de Agrupa Sureste, quien en su afán de medir los tiempos políticos para obtener el consiguiente rédito, ha permitido que la situación se enquiste hasta extremos en los que ya no hay vuelta atrás. Su estrategia de gestionar las áreas de su grupo político como compartimentos estanco y dejar que su socio de gobierno se inmole, mirando para otro lado por una cuestión de aritmética electoral, ha provocado que el municipio de Ingenio se encuentre en la situación en la que está. La permisividad con la que Agrupa Sureste ha gestionado la grave crisis institucional de la Villa de Ingenio es de una irresponsabilidad sin límites y eso tampoco debe quedar impune.
Ahora ya es tarde para poder poner remedio al caos instalado en el seno del gobierno municipal. Y como siempre digo en estos casos ¿Quién pierde? El pueblo.
Ahora, ya solo queda saber cuándo volverá a dividirse el voto y si los concejales se volverán a insultar entre ellos. Esta vez fue por la privatización de la piscina, pero mañana puede ser por cualquier tipo de nombramiento o, hasta incluso, por si la línea amarilla de una calle se pinta en la derecha o la izquierda. Las cuentas ya no salen, y es que, en Ingenio, dos más dos ya no son cuatro. Una triste realidad para un municipio que necesita política de altura, la del consenso y del acuerdo.
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