Desde la década de los 80 viene imperando una doctrina económica que minimiza la intervención del Estado en la economía, pues distorsiona la asignación del mercado. Es precisamente esta desregulación la que ha permitido inflar la burbuja inmobiliaria, sin que el mercado fuera capaz de contabilizar los riesgos que estaba asumiendo al conceder préstamos cada vez más cuantiosos y de más dudoso cobro.
Lo malo es que las consecuencias de esta imperfección del mercado las estamos pagando todos los ciudadanos en forma de recortes de derechos, de prestaciones y de servicios públicos básicos. Es perverso mantener en manos privadas entidades financieras que saben que el Estado estará detrás cuando vengan mal dadas. Si son sistémicas, deberían ser públicas. De lo contrario, estaremos privatizando beneficios y socializando pérdidas.
El reventón de la burbuja inmobiliaria, tanto la española como la estadounidense, ha traído prácticamente la quiebra a un sistema financiero que tomó demasiados riesgos en plena fiebre inmobiliaria. Y es que el propio funcionamiento del libre mercado nos ha traído hasta aquí, pues la construcción de un sistema financiero sin apenas regulación, el neoliberalismo así lo dicta, tiene una contribución decisiva en la inflación de la burbuja inmobiliaria.
Como cualquier burbuja, todo “funcionaba bien” mientras los precios siguieran subiendo. Pero esto no podía ser eterno, y de repente nos dimos cuenta de que el precio de mercado estaba muy distanciado del valor que realmente tenían los activos inmobiliarios. Ya casi nadie está dispuesto a comprar a esos precios tan elevados y alejados de la realidad, lo que provoca su desplome. La burbuja revienta. Las consecuencias: Rescate al sistema bancario financiado con derechos sociales. El sistema muestra sus vergüenzas, esto es capitalismo en estado puro.
Hay bancos denominados sistémicos, y son tan importantes que no pueden caer. Pues de lo contrario se podría producir una quiebra del sistema, lo que se traduciría en que personas inocentes y trabajadoras, entre otras, pagarían con sus ahorros. Este hecho demuestra la perversidad del sistema, pues los bancos están usando continuamente a los ciudadanos como rehenes para conseguir sus propósitos.
A parte del rescate a Bankia, se producen rescates bancarios todos los días. Y esto se hace mediante la forma que tienen los Estados de financiar su deuda pública. Mientras los gobiernos democráticos tienen la obligación de financiarse al 6% en muchos casos a través de la banca privada, ésta puede financiarse al 1% a través del Banco Central Europeo con dinero público. El destrozo al ciudadano es mayúsculo, pues esta diferencia de intereses que se traduce en beneficios bancarios la pagamos con los impuestos.
La nacionalización de los bancos, con Bankia a la cabeza, pone de manifiesto la necesidad de construir un sistema bancario público que socialice también los beneficios, no sólo las pérdidas. No es justo que todos los ciudadanos contribuyamos a rescatar al sistema financiero cuando se han privatizado los beneficios durante todos estos años. ¿Qué sentido tiene la privatización de un banco que sabe que el Estado estará detrás si las cosas se tuercen?
06/04/2012
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