Conforme van pasando las horas y se va confirmando que se va a llevar a cabo un ataque contra Siria en breve, y que va a ser sin la aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, se está demostrando que la intervención militar es de una complejidad geoestratégica excepcional.
Cabe recordar que Siria no solo es aliado de Hezbolá en el Líbano y de Irán, con el que tiene tratado de defensa mutua, sino que Rusia y China también tienen intereses en la región, con lo que se corre el peligro de que la desestabilización prevista para la región pueda llegar a descontrolarse e internacionalizarse.
Está claro que la situación que se vive en estos momentos es muy parecida a las semanas previas a la invasión militar en Irak. EEUU que no puede actuar de manera unilateral, básicamente porque no tiene el suficiente presupuesto en defensa para costearse una guerra, y el resto de países europeos ven con cierto recelo una intervención que se les pueda ir de las manos. En este sentido, ya el parlamento británico votó en contra de la intervención militar por 282 votos en contra frente a 275 a favor, lo que ha debilitado muy mucho al primer ministro David Cameron.
Parece así, que la intervención militar, al igual que ocurrió con Irak, parece trufada desde sus inicios. El argumento del ataque con gas sarín por parte del gobierno de Bashar Al-Assad contra su pueblo, parece que pierde fuelle a medida que pasa el tiempo y no se presentan pruebas al respecto. No hay acuerdo en el Consejo de Seguridad de la ONU, y para colmo, “Associated Press” publica una entrevista realizada por la periodista Dale Gavlak a los rebeldes sirios de Guta, en los suburbios de Damasco, quienes afirman que ellos fueron los responsables por el accidente con armas químicas de 21 de agosto.
Así y todo, el calendario militar sigue su implacable paso, y sólo queda por saber qué puede pasar después de que los aliados se hagan con el control del país. Aventurándonos un poco, atendiendo a la historia reciente de Oriente Medio, y a riesgo de caer en política-ficción, podríamos vislumbrar el escenario de posguerra en el país y en la región, y desde luego, no es nada esperanzador.
Una vez destruidos todos los recursos e infraestructuras militares con que cuenta el estado sirio para su defensa, se podría producir una entrada simultánea de miles de yihadistas desde Jordania y Turquía, que apoyarían a las milicias sirias que están fuertemente financiadas por EEUU y Arabia Saudí. Estos escuadrones de la muerte acabarían con un Ejército sirio diezmado y mal equipado tras los bombardeos, y sembrarían el pánico entre la población.
Una vez controlada Siria, occidente tendría a un aliado estratégico para “estabilizar” la zona. Su siguiente paso: Por un lado y con la ayuda oculta de Israel, podría acabar con Hezbolá en el Líbano y dejar a Irán sin uno de sus socios en la zona. Por otro lado, someter al débil Gobierno chiita iraquí para que se pliegue a sus intereses.
Con el control de Siria, el Líbano y apoyados por el gobierno iraquí, un gran ejercito islamista armado por EEUU e Israel, financiado con los petrodólares saudíes y cataríes y con la información que les facilitarían la CIA, el Mossad y el resto de servicios de inteligencia occidentales, estaría en disposición de cumplir el verdadero objetivo de Occidente para la zona. Atacar Irán y acabar con el régimen ayatollah. De ahí que Irán esté tan implicada en la búsqueda de una solución pacífica del conflicto y que muestre en público su apoyo al gobierno sirio de Bashar Al-Assad.
Tras el desmantelamiento de Irán, la región sería dividida y repartida en varias zonas en base a cuestiones religiosas siguiendo el plan para la creación de un Nuevo Oriente Medio, a imagen y semejanza de los intereses de EEUU y Occidente en la región, de tal manera que el mapa político de la zona, tal y como lo conocemos en la actualidad, pasará a formar parte de los libros de historia.
31/08/13
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