La discriminación parecía hasta hace unos días que se iba diluyendo para ir incluso poco a poco desapareciendo. Pero que triste es ver aflorar de nuevo las palabras, los gestos y discursos machistas y lo que es peor aún, la justificación a esas actitudes sin atreverse a dar un paso atrás y disculparse ante tan reprobable e injustificada actuación.
La más reciente y últimas perla venía de la boca del candidato del Partido Popular a las elecciones europeas del 25 de Mayo: “El debate con una mujer es difícil. Si demuestras superioridad intelectual, es machista”. No obstante, ya es asiduo a ese tipo de manifestaciones puesto que también salió de su intelecto “el regadío hay que utilizarlo como a las mujeres, con mucho cuidado, que le pueden perder a uno”.
Además, lo que convierte la desigualdad en un verdadero problema es que no es el único que se ha atrevido a hacer declaraciones de este estilo. El actual ministro de justicia, D.Alberto Ruiz Gallardón afirmó en sede parlamentaria en Marzo de 2012 que “la libertad de la maternidad es la que hace a las mujeres auténticamente mujeres” en referencia a su defensa por la criminalización del aborto que nos haría retroceder 30 años con la consiguiente eliminación del derecho a decidir cuando y en que momento queremos ser madres.
Ya está bien de paternalismos, de sobreprotección, de indulgencias… Ya está bien de que seamos tratadas diferentes porque nos consideran vulnerables. Sabemos debatir, pensar, hablar, actuar, decidir, elegir… Y lo sabemos igual que lo saben los hombres, ni en mayor ni en menor medida. En ello consiste la igualdad. No precisamos de un trato diferenciado ni especializados por el hecho de pertenecer al sexo femenino. No debe ser un hándicap la condición femenina, no es más que una cuestión biológica.
Los derechos, las normas y principios que constituyen el pilar sustentador de nuestra democracia están envueltos con el papel de la igualdad y en consecuencia, no debe esta quedar en papel mojado. Esa igualdad teórica debe ser efectiva y real, demostrada con hechos y actos y no simulada con palabras banales e insignificantes. Un mundo no podrá progresar y crecer mientras sus actores principales no sean tratados como iguales.
El mundo del progreso no podrá llamarse como tal hasta que la discriminación y la diferenciación indiscriminada dejen de ser portadas de periódicos, titulares de informativos y trendic topics en las redes sociales. Hasta que la igualdad no sea la más natural de las actitudes en el trato con nuestros semejantes, no habremos triunfado como población. Porque la igualdad como valor debe ser una lucha constante, una conquista permanente.
Noemí Navarro Sánchez
24/05/14
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