El horror del conflicto en Siria se remonta a muchos años atrás, cuando Hafez Al-Assad llega al poder dando un golpe de estado en 1966 y llevando a cabo una matanza en 1970 que acaba con toda la oposición a su régimen. En los años 80, los Hermanos Musulmanes, islamistas de corte radical, se sublevaron en Hama y el régimen de Hafez Al Assad bombardeó la ciudad durante casi un mes, provocando la muerte de de 20.000 personas, la mayoría civiles. Así consiguió mantener el poder hasta que se lo cedió a su hijo Bashar Al Assad.
Ya desde su llegada al poder, los crímenes y atropellos de Bashar Al Assad contra el pueblo se han mantenido hasta nuestros días. Amnistía Internacional cifra en más de 17.000 los desaparecidos en la última década en el país. En 2011, a raíz del estallido de la “Primavera Árabe” en países como Egipto, Túnez, Turquía o Libia, se producen una serie de protestas pacíficas en contra del gobierno, que se fueron intensificando a lo largo del mismo año. La respuesta gubernamental a esas protestas vino de la mano de bombardeos sobre civiles, torturas, asesinatos y del uso de bombas de racimo, prohibidas por un convenio internacional firmado por 30 países en 2010.
Por su parte, esas protestas que fueron iniciadas por activistas que reclamaban democracia, libertad de expresión y respeto a los Derechos Humanos, fue cediendo posiciones hacia los islamistas radicales. Lo que se conoce como “los rebeldes” son grupos independientes entre los que se pueden distinguir tres tipos:
Los yihadistas radicales de Al Qaeda, cuyo objetivo es proclamar un emirato islámico que haga frente a Israel, y que sirva, junto a Irán, de apoyo para la recuperación de Irak y Afganistán.
Por otro lado se encuentran las milicias kurdas, cuyo objetivo es proteger a la minoría Kurda del país en su lucha por la creación de un estado independiente, y por otro lado, se encuentra el llamado “Ejército Libre de Siria”, que ha recibido armas a través de Turquía, EEUU, Qatar y Arabia Saudí.
Los “rebeldes”, en lo que va de conflicto, han provocado ejecuciones de soldados y paramilitares capturados y Human Rights Watch también les ha acusado de crímenes de guerra. Atentados suicidas, robos, secuestros, extorsión y asesinatos de periodistas son otras de las actuaciones que han cometido en estos dos años de guerra.
En estos momentos, el país está dividido en tres, el régimen del presidente Bashar Al Assad mantiene el control de un corredor que corre de norte a sur a lo largo de la costa mediterránea, mientras que una gran parte del interior de Siria y el sudoeste permanecen en manos de los rebeldes, y por su parte, los kurdos sirios controlan el noreste.
Con esta información, queda claro que Occidente no puede seguir mirando para otro lado, pero también queda claro que la decisión que hay que tomar es difícil. Póngase usted, estimado lector, en la piel de algún dirigente internacional de Francia, Inglaterra, Rusia, EEUU o China, que son quienes toman las decisiones en el Consejo de Seguridad de la ONU.
¿Qué hacemos con Siria? ¿Apoyamos a los rebeldes y provocamos la caída de un dictador? Queda muy bonito eso, pero ¿se ha planteado las consecuencias de esa decisión? Dejar el país en manos del fanatismo radical que pretende establecer un régimen islámico del estilo de Irán, en una zona fuertemente tensionada y en un país que hace frontera con Israel, a la larga, será una decisión de la que arrepentirse.
¿Apoyar al dictador? Podría ser una opción, pero queda muy feo que las potencias democráticas internacionales apoyen a un tipo que se dedica a matar a su pueblo con gas sarín. ¿Dejamos que se maten como perros y hacemos como que aquí no ha pasado nada? Esa es la decisión más sencilla de tomar y la más vergonzosa por parte de Occidente. Por desgracia, eso es lo que está ocurriendo hasta hoy.
Como dije anteriormente, la decisión es complicada y cualquiera de ellas, es quizás, peor que la anterior, pero lo que está claro es que algo hay que hacer. Es intolerable que sigamos viendo las imágenes que vemos en los informativos, día sí y día también, y nadie haga nada. Y mientras Occidente pondera el coste de la decisión que tomarán, el país está sumido en una guerra civil y quien sufre las consecuencias es, como siempre, la población indefensa.
12/08/13
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