Hay regresos y regresos. Los hay deseados, imprevistos, obligados, soñados o impávidos. Tantos como personas hay en el mundo.
Hace casi una semana, la artista Chanel Terrero regresó a España después de poner a bailar a toda Europa con su “SloMo” y cosechar el mayor éxito de nuestro país en Eurovisión desde 1995. La artista catalana de origen cubano, aterrizó en Madrid en olor de multitudes, acaparando la admiración del mundo de la música y siendo reclamo de la clase política ávida de estrechar la mano y sacarse una foto con la nueva diva de la música española.
Chanel nos hizo vibrar, cantar, bailar e ilusionarnos con una victoria que tocó con la punta de los dedos mientras hacíamos fuerza delante de la televisión. La misma fuerza con la que arrebatamos la bandera de todos, a esos que se la quieren apropiar. Esa que sí nos representa, porque la bandera española que lució Chanel es la bandera del esfuerzo, el sacrificio y el éxito para quienes trabajan con ahínco, persiguen sus sueños y no tienen complejos. Y ella es la mejor representación de esos valores y de la España moderna, multirracial y empoderada que abraza con orgullo los ritmos latinos que llegan de los pueblos hermanos del otro lado del caribe, para alejarnos de los típicos tópicos del flamenco y las castañuelas.
Y luego está el regreso de Juan Carlos de Borbón. El regreso de una figura que representa a una institución del Estado anacrónica, rémora de un pasado colonial que ha pasado las últimas décadas siendo blanqueada por quienes conocían los desmanes que se guardaban bajo las alfombras de palacio.
Su regreso fue por la escalerilla trasera de un avión privado, solo, alejado de los grandes fastos y evitando hablar para no tener que dar explicaciones de una conducta inmoral. Un regreso que se produce después de un exilio autoimpuesto que le iguala a otros grandes personajes putrefactos de la historia de España, como su abuelo Alfonso XIII.
Aun así, en su regreso será vitoreado por aquellas personas, cada vez menos, que prefieren vivir plácidamente en el olvido de que España tuvo durante décadas como jefe del Estado a un defraudador fiscal que cobraba comisiones millonarias de dictaduras a cambio de favores nunca explicados. A un patriota que pedía ejemplaridad a los españoles cada Navidad mientras ocultaba su fortuna en Suiza.
Como decía anteriormente, hay regresos y regresos. Los hay deseados, imprevistos, obligados, soñados o impávidos. Tantos como personas hay en el mundo y con tantos adjetivos como experiencias haya en la vida. Los más habituales se producen para disfrutar las vacaciones de verano o del calor familiar en navidad, pero en esta semana hemos tenido dos. Dos regresos tan diferentes como igual de comentados. ¿Usted con cuál se queda? Yo lo tengo claro, porque solo existe una. No hay imitaciones.