Hoy el Partido Popular sale a caso de corrupción diario. Es un partido dañado que ve como se desarticulan sus organizaciones regionales tras las constantes redadas y registros policiales en sus sedes. Madrid, Valencia, Murcia, Canarias, Baleares, Galicia…
Uno tras otro, la formación que hasta hace muy poco era el mayor depositario de poder de la historia reciente de España es, hoy en día, un amasijo de delitos, irregularidades y sospechas que lo ponen más cerca de la Policía y los juzgados que del principal activo que poseyó: los votantes.
Gürtel, Púnica, Góndola, Acuamed o Taula son ya nombres que, de un modo u otro, irán siempre de la mano en la historia del PP. Recuerdos de una hegemonía que se han convertido en los nombres propios de numerosas causas judiciales que se multiplican sin control como si fuera una pandemia.
Con este escenario, se hace más necesario que nunca que todas las formaciones progresistas en liza, sean capaces de llegar a un acuerdo de envestidura de Pedro Sánchez. No solo porque nuestro país necesita un gobierno que empiece a tomar medidas que aceleren el fin de la crisis, sino porque es necesaria una regeneración de los conservadores, que únicamente pasa por irse a la oposición durante varias legislaturas. La dimisión, hoy mismo, de Esperanza Aguirre como Presidenta del PP de Madrid, no hace sino confirmar el nivel de podredumbre a la que ha llegado el Partido Popular.
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