La sorprendente elección de Jorge Mario Bergoglio como sumo pontífice de la Iglesia Católica va a suponer un cambio de rumbo en la estrategia del Vaticano. Esa es la primera impresión que tenemos del nuevo Papa Francisco, pero ¿Realmente será así? Aquí va un pequeño análisis al respecto.
En primer lugar, hay que analizar cómo se llegaba al cónclave que eligió al Papa Francisco. Desde la llegada de Juan Pablo II, el Opus Dei ha tenido una relevancia importante dentro del Vaticano. El Papa canonizó a su fundador y les concedió un estatus dentro de la Iglesia Católica de absoluta prevalencia.
De esta manera, el Opus Dei se hizo con el control total y absoluto de la Iglesia Católica y comenzó una dura lucha de poder para reducir a los jesuitas a su mínima expresión, ya que suponían un grupo de presión muy fuerte y numeroso. De hecho, era tanto el poder que tenían que al líder de los jesuitas se le conocía como el “Papa negro” por su indumentaria, ya que siempre visten de negro. Durante los años de agonía de Juan Pablo II, el Opus Dei se encargó de preparar la sucesión. El cardenal Ratzinger había sido mano derecha de Juan Pablo II y todo estaba atado y bien atado para seguir controlando la Iglesia Católica. Sin embargo, el cónclave que eligió a Benedicto XVI no fue un camino de rosas para el Opus Dei precisamente y la aparición del Cardenal Bergoglio como figura contestataria, agravó las relaciones entre Opus Dei y Jesuitas. No olvidemos que en aquel cónclave, Bergoglio acabó segundo en las votaciones. Dato que se conoció varios años después.
Con Benedicto XVI, el Opus Dei siguió controlando la Iglesia Católica, pero los gravísimos escándalos de corrupción y pederastia, unido a la oposición interna y la sorprendente renuncia de Ratzinger al pontificado, hizo que el Opus Dei llegara muy debilitado al último cónclave. Aún así, la jugada del Papa Benedicto XVI, días antes de abandonar el Pontificado, de cambiar las normas de elección del nuevo Papa para que fuera elegido por dos tercios del cónclave en vez de mayoría absoluta, obligaba a que cualquier acuerdo tuviera que tener el voto favorable del Opus Dei para alcanzar esos dos tercios necesarios.
¿Qué ha ocurrido? Desde mi punto de vista, al Opus Dei no le ha quedado otra salida más que negociar e intentar limar asperezas con la oposición interna y unir a la Iglesia Católica en uno de los momentos más duros de su historia.
¿Qué han conseguido con ello? Con el nombramiento de Bergoglio se garantizan, por un lado, afianzar el número de seguidores que tiene la Iglesia Católica para parar la pérdida constante de fieles. No olvidemos que hoy día, es en Latinoamérica donde la Iglesia Católica tiene mayor peso, y que el Papa Francisco sea argentino es un golpe de efecto importantísimo.
Y por otro lado, con una imagen tan desgastada como la que tiene el Opus Dei, no podían permitirse el lujo de poner al frente a un nuevo Papa de su misma línea que siguiera estando en la diana de las críticas. El paso atrás supone ceder el liderato de la Iglesia Católica a los jesuitas a cambio de seguir manteniendo el poder y así, desde la sombra, “vender” un proyecto de renovación.
No olvidemos que la marca de los jesuitas es la humildad, la sencillez y el estar cerca de los pobres sin hacer ostentaciones de riqueza. Todo un lavado de imagen de cara al mundo.
Sin duda alguna, el cónclave que eligió al Papa Francisco ha hecho una jugada maestra de libro dando toda una lección de estrategia política del más alto nivel. Sin embargo, también han dejado al descubierto muchas debilidades que hasta ahora eran tratadas como simples especulaciones.
14/03/2013
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