Aunque pensábamos que la situación económica había mejorado y que los peores años de la crisis habían quedado atrás, es posible que lo peor aún esté por venir.
Es lo que sugiere un demoledor nuevo informe sobre comercio publicado por el principal órgano de la Asamblea General de la ONU en el que advierte sobre los peligros que acechan a la vuelta de la esquina.
Como ocurrió en 2010, se trata deuna crisis de deuda, pero el alcance puede ser mucho mayor, puesto que afecta a un gran número de los países en vía de desarrollo, cada vez más económicamente vulnerables.
“Durante los últimos años se ha planteado la preocupación sobre la fragilidad financiera en las economías emergentes debido a una avalancha de flujo financiero y crédito barato desde 2009, alimentado hasta un punto considerable por programas de expansión cuantitativa en los países desarrollados”, señala el informe ‘Trade and Development Report 2016’. “Las señales de alarma se han disparado desde hace un tiempo por la explosión de deuda corporativa en las economías emergentes del mercado”.
Este informe ha llamado la atención de medios de comunicación globales. El editor de economía de ‘The Telegraph’, Ambrose Evans-Pritchard, explicaba que “la tercera ola de esta depresión global sin cura aún está por venir”.
La escala, esta vez, será mucho mayor que en anteriores ocasiones (lo de Lehman Brothers o Grecia es una broma a su lado): “Puede ser la crisis definitiva del capitalismo globalizado, el deceso de la ortodoxia del libre mercado liberal promovida durante los últimos 40 años por las instituciones de Bretton Woods, la OCDE y la fraternidad de Davos”. Poca broma.
El documento publicado por la UNCTAD, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, se sumerge en un panorama global “frágil”, en el que las economías desarrolladas se recuperan mucho más lentamente de lo esperado y el comercio global se ha ralentizado, lo que ha detenido el crecimiento de muchos países pobres, excesivamente dependientes del capital extranjero.
“A medida que el capital empieza a manar, hay un verdadero peligro de entrar en una tercera fase de la crisis financiera que comenzó en el mercado inmobiliario americano a finales del año 2007”. Ya ha empezado en Brasil, Rusia y Sudáfrica, países al borde de la recesión en los cuales puede producirse “una dañina espiral deflacionaria”.
El informe señala como culpable a la trampa económica que la globalización ha creado, y que se ha acentuado en la última década. Son más de 25 billones de dólares los que deben las empresas privadas de los países en vías de desarrollo (a finales de 2008, la cifra se encontraba en 9 billones), y la mayor parte de esta deuda probablemente nunca se pague.
“No se puede descartar una dañina espiral deflacionaria”, añade el documento. “Nuestra experiencia pasada nos muestra que si gran parte de la deuda del sector privado es grande y está emitida en moneda extranjera, como en Latinoamérica, termina en las cuentas de balance públicas, con el riesgo una crisis de deuda externa soberana”.
Como ocurre en una economía globalizada, un estornudo en un rincón del mundo puede terminar contagiando al planeta de gripe. Solo que en este caso, a juzgar por los términos empleados en el informe, puede tratarse de una enfermedad mortal.
“El mediocre rendimiento de los países desarrollados desde la crisis económica de 2008-2009 y la crisis financiera va a durar, con el riesgo añadido que supone lapérdida de impulso en los países en vías de desarrollo durante los últimos años, que será mayor de lo que se pensaba”, explica el documento.
La amenaza es clara: “Sin un cambio de dirección en este aspecto, el entorno externo al que se enfrentan estos países será peor, con consecuencias potencialmente dañinas para su prosperidad y estabilidad a corto y medio plazo”.
No solo para la de los países pobres y en desarrollo, sino también a escala global: “No se puede descartar un contagio más amplio por los ‘shocks’ imprevistos que golpeen de manera más fuerte el crecimiento global”. El documento se refiere explícitamente al ‘brexit’, que provoca maremotos en una corriente ya bastante turbulenta de por sí.
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