Cuando en 2003 las bombas caían en las calles de Bagdad y las noches se iluminabas con el color verde de las balas trazadoras de las baterías antiaéreas, entre escombros, muerte, sangre y destrucción nacieron miles de niñas y niños abocados a sobrevivir en la más fidedigna recreación del infierno en la tierra. Quienes sobrevivieron a la invasión americana y a la guerra, sufrieron al ISIS, al fanatismo islámico y las vejaciones y violaciones de derechos humanos de los invasores occidentales, hoy ya han cumplido dieciocho años y subsisten con la frustración de un país sin futuro.
A pesar de la enorme riqueza petrolera del país, el 32,9% de la población, trece millones de iraquíes, viven por debajo de la línea de pobreza. El desempleo juvenil es del 40% según las recientes cifras del FMI, mientras que los jóvenes menores de 25 años constituyen el 60% de los 40 millones de habitantes de Irak.
La mitad de todos los iraquíes son menores de 18 años. La tasa de desempleo general se estima en alrededor del 23%, según la Oficina Central de Estadísticas de Bagdad. La organización iraquí Al-Nama estima que el porcentaje de mujeres desempleadas es de más del 80%. La electricidad se suministra de 5 a 8 horas al día, el agua está contaminada, el tercermundista sistema médico está fallando y los niveles de educación son los más bajos de toda la región.
CORRUPCION
La corrupción en el país se ha vuelto endémica. El petróleo, que representa más del 90% de los ingresos del gobierno, es también la mercancía más importante del mercado negro. Las redes criminales, incluyendo el personal del Ministerio del Petróleo, figuras políticas y religiosas de alto nivel, están supuestamente involucradas en cobros de comisiones ilegales en colaboración con las redes de la mafia y las bandas criminales que contrabandean petróleo y generan grandes ganancias. Los tres problemas más preocupantes para los iraquíes son la corrupción (47%), el desempleo (32%) y la seguridad (21%) según datos obtenidos por la agencia Reuters.
Irak es uno de los países más corruptos del mundo árabe, según los informes de Transparencia Internacional. El país ocupa el puesto 168 de los 180 países en el índice de corrupción. Lo que ha obstaculizado en demasía los esfuerzos de reconstrucción durante más de una década. El Banco Mundial clasifica a Irak como uno de los estados peor gobernados del mundo, y a su gobierno como uno de los regímenes más corruptos del mundo.
El gobierno iraquí hasta ahora ha hecho pocos esfuerzos para restaurar las ciudades destruidas de la población mayoritaria suní después de la lucha contra ISIS. Ha hecho poco para establecer cualquier forma de conciliación étnica o sectaria, y demasiada de la “riqueza petrolera” es consumida por sus políticos, funcionarios y un sector del gobierno que es uno de los mejor pagados y menos productivos de los países en desarrollo.
UN PUEBLO LIBRE
Ante este panorama, alentados por la primavera árabe que se expandió como la pólvora por Oriente Medio reclamando reformas estructurales para combatir la corrupción, la ineficacia política y la represión, miles de jóvenes están saliendo a las calles protagonizando su propia revolución.
En octubre de 2019 tomaron la Plaza Tahrir de Bagdad y la convirtieron en el epicentro de sus operaciones. Sacudieron el sistema político y obtuvieron el apoyo de las generaciones anteriores, que recuerdan las esperanzas y fracasos de sus propias movilizaciones.
Los hijos de Irak tienen un firme propósito; ser libres y decidir su propio futuro. Quieren recuperar el país que les pertenece por derecho propio. Quieren soberanía y están en contra de todo tipo de intervenciones.
Desde el 2003 el estado iraquí es muy débil. Con más de cinco mil soldados americanos en el país, el norte controlado por las tropas turcas y milicias populares al servicio de EEUU imponiendo violentamente su gobierno por las zonas que controlan, los manifestantes son realmente conscientes de que los intereses de Irak y de los iraquíes están en primer lugar.
El periodista iraquí Muntadhar al-Zaidi, que se hizo famoso tras lanzar dos zapatos a Bush mientras gritaba: “Este es un beso de despedida del pueblo iraquí, perro”, dijo a Euronews que los manifestantes están pidiendo la caída del régimen político. También dijo que no quieren que otros países interfieran en Irak. “El gobierno de la ocupación estadounidense es rechazado. Este gobierno ha traído el desastre al país… hoy queremos la caída de este régimen político y el fin de este gobierno”, explicó. “No odiamos a Irán, no odiamos a Arabia Saudita, no odiamos a Turquía. Pero nuestro mensaje es simple: deben dejar de interferir en nuestro país. El pueblo iraquí es un pueblo libre”, dijo.
UN FUTURO INCIERTO
Su victoria se antoja, en estos momentos, poco probable, no podemos engañarnos. Pero tampoco podemos obviar que un nuevo Irak se dibuja tras el polvo del desierto, liderado por una nueva generación que no tiene nada que perder, porque nunca tuvieron nada. Y lo hacen con un objetivo claro; poner fin a la injerencia extranjera y reformular la identidad nacional y la relación entre la sociedad y el orden político que ha sumido a millones de personas en la pobreza.
Como en todo levantamiento popular, nunca hay certeza de lo que puede ocurrir, pero las protestas son percibidas como la única garantía para una paz largamente esperada en Irak. Sin duda, su éxito debería ser el único resultado justo para con un pueblo y una generación abandonados a su suerte y un argumento para que los demócratas del mundo saluden con beneplácito a los hijos de Irak.