Se cumplen 40 años del golpe de Estado que truncó una de las experiencias políticas más interesantes de América Latina: la “vía chilena” al socialismo con la que el Presidente Socialista, Salvador Allende, intentó modernizar el país.
Sin embargo, el 11 de septiembre de 1973, un golpe de estado contra el Presidente electo democráticamente, hizo que Salvador Allende pasara de ser hombre a símbolo y sus propuestas políticas y acciones de gobierno, se hayan convertido en una hoja de ruta.
Durante los 1040 días del Gobierno de Salvador Allende, cada niño chileno desayunó permitiendo así acabar con el hambre en el país. Se nacionalizaron las minas de cobre en manos de empresas extranjeras, para beneficio de todo Chile. Se nacionalizó la banca en beneficio del país y los créditos se destinaron a reactivar la economía y no quedaron en manos de accionistas y directivos bancarios.
Se cumplió el programa de la Reforma Agraria que acababa con los privilegios de los terratenientes, destinando más de dos millones de hectáreas de tierras para los más necesitados. Se nacionalizó algo más de setenta empresas monopólicas dentro de un total de treinta y seis mil privadas existentes en Chile de tal manera que la riqueza de recursos estaba en manos del pueblo. Se erradicó el analfabetismo en el país, tanto por la decidida acción del gobierno, como por la aportación de miles y miles de jóvenes estudiantes voluntarios. El acceso a la educación gratuita se convirtió en un derecho para todos y los colegios y universidades recibieron a miles y miles de niños y jóvenes que antes no podían acceder al no disponer de la renta suficiente.
Existió la más amplia garantía de respeto a todos los derechos humanos, las libertades públicas y jamás nadie fue detenido sin orden judicial por mero capricho de la autoridad. El trabajo era considerado un derecho legítimo y la tasa de paro se redujo hasta el 3,6%. El sueldo base se elevó en un 30% y se estableció por primera vez un sistema de seguridad social universal y gratuita.
Ante estas evidencias, no podemos más que mirar el entorno en el que nos movemos, y sentir cierta envidia y rabia y preguntarnos que cómo es posible que en la Europa de 2013 se vilipendien aún más los derechos sociales que el Chile de 1973. Con una grave crisis económica que sirve de excusa para recortar los derechos sociales, la izquierda se encuentra desorientada, sin proyecto y sin discurso, y sólo recuperando la identidad y los valores que siempre la han guiado, se podrá retomar la senda del progreso social.
En las puertas del siglo XXI, el desafío que Allende lanzó al mundo y que fue recogido por el resto de Latinoamérica con los gobiernos de Venezuela, Ecuador, Bolivia o Uruguay, debe llegar a Europa y ser recogido por la izquierda europea, para que el gen del individualismo y la competitividad pase a ser el de la solidaridad y la colectividad.
16/09/13
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