La sociedad actual en el capitalismo desarrollado ha pasado de consumir bienes y servicios para satisfacer necesidades, a un consumismo insostenible que pretende satisfacer deseos de consumo. Algo que es imposible de lograr, ya que la razón de ser del deseo de consumo es el propio deseo, lo que nos introduce en una espiral de difícil salida si lo que pretendemos es satisfacerlo con más consumo.
Esta sociedad de consumidores es continuamente estimulada por el mercado, creando nuevos productos y versiones mejoradas que impulsan a su consumo, sin dejar margen para la reflexión acerca de la necesidad de estos nuevos productos. Buscar la satisfacción del deseo de consumir en más consumo nos lleva a un incremento insostenible de la producción. Además de la insatisfacción del propio deseo, lo que describe claramente la grave paradoja del sistema actual.
El fomento del consumismo por parte de las empresas se hace cada vez más latente, con la introducción cada cierto tiempo de nuevas versiones mejoradas de los productos, obsolescencias programadas de los mismos o, directamente, dejando de fabricar bienes complementarios y necesarios para la utilización de los actuales. Todo ello, obliga al consumidor a incrementar su ritmo de consumo. A la vez que ahonda en su necesidad de consumo y, por lo tanto, en su insatisfacción.
Este incremento exponencial de consumo conlleva un incremento igual de la producción, lo que se hace insostenible ante la existencia de unos recursos finitos. Todo ello, unido al desvío en el objetivo de la producción, hemos pasado de satisfacer necesidades a satisfacer deseos de consumo, nos lleva a una ineficiente asignación de recursos, al derroche de los mismos.
El sistema basado en el consumo muestra su perversidad al no establecer un límite superior de la cantidad necesaria a producir. Los anhelos y deseos son insaciables, y esta sociedad de consumidores provoca el derroche de los recursos sin fijarnos unos objetivos mínimos y comunes de satisfacción de necesidades para todos.
Uno de los caminos para la mejora del bienestar es la redistribución de la renta, del que más tiene hacia el que menos tiene. Considerando que las necesidades del más pobre son más básicas que la de los ricos, podemos afirmar que un reparto de la riqueza conllevará satisfacciones de necesidades más básicas, lo que provoca un incremento total del bienestar de la sociedad.
Es necesario establecer un consumo con valores, desechando acciones que nos atrapan en ese círculo vicioso del consumismo. La satisfacción de necesidades debe volver a ponerse como objetivo básico del sistema económico actual, dejando en un segundo plano lujos y consumos innecesarios que simplemente pretenden satisfacer algo insaciable, el propio deseo de consumir.
21/02/2013
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