Cada vez que un avión se estrella, las aerolíneas retiran su publicidad de los medios de comunicación. Dicen los expertos en comunicación que no es buena idea que tu logo, seas Iberia, Vueling o Ryanair, aparezca dos páginas después de un amasijo de metal rodeado de cuerpos hechos trizas. Dicen que la gente relaciona ambas cosas, amasijo y logo, y eso, a la larga, acaba haciendo mella en tu imagen corporativa.
España es hoy por hoy el avión estrellado en la prensa internacional, lo que no impide que nuestro Gobierno insista en vender, dos páginas después de la noticia del escándalo Puyol o de la señora mayor rebuscando en un contenedor, las bondades de nuestro país. Hasta se ha creado un alto comisionado para tal efecto, la ya célebre Marca España. Ahí tiene usted, en tal o cual periódico extranjero, a ese científico español posando con unas Google Glass sin saber para qué sirven o a un ingeniero que sirve los cafés en Ferrari, pero claro, es que está en Ferrari, o a un cocinero vestido de colorines con diseños de Ágata Ruíz para dejar claro que hace cocina “gourmet”.
No hace falta ser un experto en comunicación para saber que el primer requisito para triunfar con la venta de un producto es tener un buen producto. O, por lo menos, uno que funcione. Lamentablemente para nosotros, España hoy no vende una botella de agua fría en el desierto porque seguimos utilizando el mismo sistema de “ventas” que utilizábamos hace cuarenta años.
Se ofende la generación de “la transición” cuando los quieren quitar de en medio. Y los quieren quitar de en medio porque no son capaces de fiarse de alguien de 30 o 35 años con otras ideas que venga a desmontar el “chiringuito”. Y cuando eso pasa, hay reuniones y llamadas, oye tú, ¿y éste, qué, es de fiar? Lo digo para que mantenga el cotarro atado y bien atado.
Las elecciones europeas y todo el tsunami que ha venido después, aceleraron lo inevitable. El hartazgo social en forma de votos dirigidos a una dirección inesperada y el sistema, que somos todos aunque algunos más que otros, ha reaccionado con la perfección: cambiándolo todo para que nada cambie.
Ahora ya no veremos el rostro del campechano de Borbón, ni el de Rubalcaba, o Cayo Lara dos páginas después del avión destrozado. Ahora veremos nuevas caras que, dicen, nada tienen que ver con la aeronave accidentada. Soluciones cosméticas que solo sirven para tapar las imperfecciones de un sistema, que en el fondo, sigue sufriendo una metástasis que necesita de una intervención mucho más profunda.
09/08/14
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