La política económica neoliberal que impera en la mayoría de las instituciones aboga por una disminución de los derechos laborales como vía para incentivar el crecimiento económico y la disminución del desempleo. La flexibilidad laboral, traducida en rebaja salarial y despido barato, va encaminada a ponérselo más fácil al empresario para que pueda contratar (o al menos es la excusa que usan). Es una política de incentivo de la oferta.
Pero claro, si cada vez tenemos peores salarios, con menos protección y menos poder adquisitivo ¿Quién comprará la producción? La gran olvidada en la teoría neoliberal es la demanda, si no existe un poder adquisitivo suficiente en la mayoría de la población para comprar bienes y servicios, no se reactivará la producción económica ni se disminuirá el desempleo. Sin demanda, no hay oferta que valga, por mucho que se lo facilitemos.
Y es que este estímulo de la demanda, para hacerlo sostenible en el tiempo, tiene que venir acompañado de más poder adquisitivo para la gran parte de la población que conforma el grueso de la demanda de bienes y servicios de la economía nacional. Por lo que es primordial reforzar una clase trabajadora con buenos salarios, más protección y seguridad frente a despidos y agresiones empresariales. Es necesario que esto ocurra si queremos incentivar el crecimiento de una economía productiva estable y sostenible.
La historia lo deja en evidencia. Y es que los periodos dónde más agudas han sido las crisis económicas vienen precedidos de aumentos vertiginosos de la desigualdad. El ejemplo de la figura es claro: En EEUU se han producido grandes crisis económicas cuando ha aumentado mucho la desigualdad, unido a otras causas por supuesto.
21/03/2012
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