Ayer volví a sentarme delante del teclado. Acompañado de la tenue luz de un flexo que me ha acompañado en soledad demasiadas veces, volví a revisar ese papel arrugado, lleno de retazos de un confinamiento, que tantas veces me ha rondado la cabeza. Respiré profundamente. En mi cara se dibujó la misma sonrisa que surge de un maravilloso recuerdo de infancia. De cuando nada importaba, de cuando eras el protagonista de tu propio mundo imaginario. Todo parecía ser normal otra vez. Y empecé a escribir una historia que, sinceramente, no se a dónde me llevará.
Leave a reply