En el mundo de 2020, confinado debido a la pandemia del coronavirus, el primero de mayo, sin sus tradicionales marchas, será totalmente inédito.
No solo por la falta de las tradicionales marchas obreras que sirven como termómetro social, sino porque en este año 2020 será un año devastador para el empleo, la estabilidad de las clases obreras y la economía del país. El coronavirus se ha llevado por delante más de 25.000 vidas en nuestro país y todo el tejido productivo y económico que se estaba recuperando tras la crisis hipotecaria de 2008.
Bien es cierto que la importante red de seguridad articulada por el Estado para dar respuesta a la situación que ha creado la pandemia, ha salvado la economía de miles de familias que tienen lo justo para vivir. Más de un centenar de medidas como la moratoria de alquileres, extensión de la moratoria hipotecaria, apoyo en suministros básicos, nuevas ayudas sociales y medidas de apoyo al tejido productivo y comercial han servido para placar la primera oleada de la crisis.
Pero… ¿Y luego qué haremos? ¿Qué vamos a hacer cuando arrecie la pandemia? ¿Qué haremos el día 1 después de la desescalada? ¿Cómo afectará la nueva realidad social a los derechos del trabajo? Los datos no invitan precisamente al optimismo. Los propios datos hechos públicos por el Gobierno, estiman la caída del PIB en el 9,2%, la mayor contracción de la historia de la serie económica, y unas cifras de desempleo disparadas hasta el 19% de la población española. Eso quiere decir que, cuando empiece la nueva normalidad social, uno de cada cinco españoles no tendrá trabajo. El déficit económico será del 10,34% y la deuda alcanzará el 115,5% del total del PIB. Bien es cierto que los datos de recuperación del propio gobierno estiman un crecimiento en «V» de la propia economía, estableciendo un crecimiento económico del 6,8% en 2021, según los datos que constan en el Plan de Estabilidad enviados a Bruselas.
¿Afectará ese efecto rebote en los derechos conseguidos hasta ahora? Esta devastadora crisis nos ha enseñado que el teletrabajo es una herramienta imprescindible de modernización de la sociedad, y en concreto de modernización del trabajo considerado como actividad, si no se limita a convertirse en una fórmula de enviar a los trabajadores a sus domicilios convertidos en lugares de trabajo sin las debidas condiciones de salud y seguridad laborales.
¿Y Europa? Desaparecida, y reaparecida tarde, los Estados han cerrado sus fronteras, y ha vuelto la división entre Estados ricos y pobres según la dialéctica norte-sur. El Reglamento SURE de la Comisión, destinado a establecer régimen europeo de reaseguro de desempleo, y los fondos del MES, no se han consensuado, y con una Unión Europea sufriendo un trance existencial y de legitimidad política, es probable que quede aparcado.
En definitiva, nuevas realidades se ciernen sobre la sociedad tras la pandemia. Nuevas realidades y prioridades laborales, sociales y económicas serán perceptibles desde el primer momento. ¿Se estará a la altura de las circunstancias ante el panorama que se nos aproxima? Ya veremos quien será juzgado por la historia.
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